domingo, 12 de abril de 2015

27/27



En cierto momento de la vida creí en la perfección de los números, me fasciné por el infinito, me dejé llevar por los acertijos de la eternidad, creí en el tiempo detenido en cápsulas de vida, felicidad, amores y tristezas, del tiempo que encasillamos en la palabra tiempo y en el tiempo que es el que siempre es y será; durante estos veintisiete años me han pasado muchas cosas buenas y otras no tan buenas, he creído, descreído y vuelto a creer, las contradicciones son y harán parte de mi vida, a pena de ello me enorgullezco y me acepto; sigo caminando entre aceras distintas y encontradas que me empujan y me detienen, pero, sigo caminando. No se trata de hacer un resumen de mi cuarto de siglo pasado en un par de años, tal vez los aburriría, de igual forma la intención tampoco es entretenerlos. Siempre, el número 27, seguramente por mi cumpleaños, ha causado en mí una cierta afinidad (Es posible que todos la tengamos con el símbolo que representa el primer día en que vimos la luz) y he considerado como un buen motivo este día en que se hace una repetición de ese número en mi vida para agradecer tantas cosas que se me han dado y que, sin merecerlas y esperarlas han aparecido en mi camino, en mi existencia. En este fin-inicio, por un año más, de mi vida quiero agradecer por los dones que la misma vida me ha entregado:


Gracias a la vida,
por el breve espacio de tiempo que ha dedicado a mi existencia.
Por mis padres,
y su verdadero amor, por cada día sacrificar sus sueños por los míos; o puede que esos sean sus sueños.
Por mi hermano,
y su amor por la ciencia, por los libros, por la sierra y por su familia.
Por mis sobrinos,
que me enseñan que amar es tan sencillo y que lo hemos vuelto complicado.
Por mis primos y amigos,
quienes ahogan las penas y celebran las alegrías haciéndome reír.
Por esas personas especiales,
que sólo con su palabra te cambian el día.
Por el amor,
y sus infinitas formas de existir.
Por los viajes,
que siempre me demuestran que es más importante el camino que el destino.
Por la literatura,
que está en Borges, Galeano, Cortázar y Rulfo.
Por la música,
aquella misteriosa forma del tiempo que ya agradeció Don Jorge Luis.
Por Silvio, Serrat, Sabina y Cabral,
que son la música misma.
Por mis antepasados,
quienes son los mismos que ahora luchan en Gaza.
Por ese callejón “La Paz” con calle D,
que ya no es lo mismo que alguna vez fue.
Por Valledupar y Barranquilla,
ciudades que me han dado tanto y tanto les debo.
Por los Arhuacos, Koguis, Wiwas y Kankuamos,
que me han enseñado a amar la naturaleza y convivir en ella.
Por Benkos Biohó, Juan, Pablo y Pedro Angola, Domingo Criollo, Negro Miguel, Zumbí dos Palmares, Bayano, Gaspar Yanga y Ganga Zumba,
quienes demostraron que la libertad de un pueblo es más valiosa que cualquier cosa.
Por el mar caribe y el río Magdalena,
que los hemos negado y les hemos dado la espalda.
Por el fuego,
y su magia irresistible que purifica.
Por las flores,
y su sutil forma de mostrarnos la perfección.
Por la vida misma.

Juan Yani.

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