domingo, 20 de diciembre de 2015

¡Ya no quiero jugar más!

¡Ya no quiero jugar más!


Desde que nací he viajado por el mundo, crezco y cada vez es más la felicidad que 

siento al ver la felicidad que le provoco a muchos. Comenzando por los pequeños que 

recién  me ven y me sienten por vez primera,  y terminando con los longevos que, desde 

esa misma primera vez,  no nos hemos separado. Siento que esto nunca se va a acabar. 

Desde niña tengo una leve inclinación y un amor especial por los pies izquierdos, ellos 

saben tratarme muy bien, no me resisto a nada que me propongan; aunque me confieso, 

hay unos diestros que sí que saben bien qué hacer. Cualquier de los dos pueden hacerme 

muy feliz. Hablar de eso me hace recordar a Diego, un poco más atrás a Rivelino,  

Charlton y Puskas, qué educación, qué exquisitez, qué genialidad la de esos zurdos ¿Y 

qué tal este pibe Lionel? De otro mundo ¿No? Este pequeño me devuelve al pasado 

donde todos iban para adelante, me dejaban andar, rodar, y cuando alguien quería 

robarme de alguno de ellos, me llevaban pegadita a su pie, bien atada, cuidándome y 

mimándome. Era puro arte.  Los pies derechos también han tenido grandes detalles 

conmigo, aquellas faenas con los brasileños Edson Arantes, Garrincha, Ronaldo y 

Ronaldinho. Las noches mágicas con “El Mágico” González y Zinedine;  imposible 

olvidar las tardes en Argentina con Román y Aimar, esos sí que no me querían soltar 

nunca ¡Vaya días! ¡L’amour! 


Ahora todo es distinto. Hay uno que sólo saben maltratarme, son como de madera. Mas 

bien rústicos. No les importa acariciarme ni consentirme. Para ellos entre más duro me 

peguen, mejor ¡Qué equivocados están! El único que podía pegarme con fuerza, con 

clase y que siempre me mandaba a guardar era Roberto Carlos. Los demás que no lo 

sigan intentando, por favor. Les recomiendo que recuerden a Juninho Pernambucano o a 

Beckham, en su defecto al pibe del que antes les hable, Messi. Ellos sí saben cómo se 

trata a una consentida, como yo. ¡Bah! Me da rabia de sólo pensarlo, ni putas ganas de  

salir a la cancha cuando los veo ahí calentando. Lo único de lo que tengo certeza es que 

el peor de todos es un tipo que se hace llamar ‘Pepe’, pena le debería dar tratarme así, 

no respeta la edad, la tradición, el buen gusto, la educación y los modales de los viejos. 

Siento que tengan que ver ese tipo de maltrato cada domingo, no lo merezco, nadie 

merece verlo.  Excúsenme por ellos, no saben lo que hacen. Mejor pienso en otra cosa. 


Todos los años tengo eventos y me visto de gala para ellos. Cuando me veo ahí estoy ya  

rodeada de miles de personas, de cámaras y  flashes. Para esas ocasiones las mejores 

marcas me visten, las grandes compañías me auspician en Europa, Suramérica y Asia, 

pero todo es por dinero, no hay pasión. Se les olvidó que yo también siento. Cada cuatro 

años es peor, me ven más linda, más bonita, nadie pero nadie, deja de mirarme. Me 

hacen  sonrojar.  A mí, en realidad, todo eso me da igual. Me resbala. Los que más me 

gustan y me muero por vivir son los encuentros de barrio, con los viejos amigos, en 

donde no hay tiempos ni jueces, en donde se juega por diversión, en donde las sonrisas 

que despierto son reales y alivian dolores; en donde evito que el tiempo de los jóvenes 

se vaya a otras cosas no tan buenas. Eso es lo que de verdad quiero. A lo que vine a este 

mundo es a traer sonrisas y felicidad. Quiero pensar cosas bonitas, pero ¿Por qué 

siempre termino pensando en otras cosas?  Mi realidad es difícil, hago como si nada 

pasara por seguir rodando y divirtiéndolos. ¡Basta! ¡Ya está! Me han usado como una 

excusa para robar, para enriquecerse, para matar, para discriminar, para ocultar, para 

engañar. Me siento impotente ante tanto atropello, es peor esto que lo de los rústicos 

pegándome sin saber dónde voy a parar. Es imposible que siga permitiéndolo. Todos los 

días y a toda hora estoy rodando por ahí, me encanta hacerlo, pero con todo, fue 

suficiente ¡Ya no quiero jugar más!

Monólogos de la pelota.

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